“1917” Reino Unido (2019)
Dirección: Sam Mendes
El director británico Sam Mendes ha recibido recientemente el Globo de Oro como Mejor Director, y también su último film “1917” como Mejor Película.
Su carrera ha sido objeto de grandes reconocimientos desde su primer Oscar por “Belleza Americana” (American Beauty) en 1999 más otros éxitos de taquilla como “Camino a la Perdición” (Revolutionary Road) o “Skyfall” de 2012.
“1917” abre en una fecha precisa, 6 de abril, en territorio francés, durante la Primera Guerra Mundial. Dos soldados, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una orden del General Erinmore (Colin Firth). Deben recorrer la Tierra de Nadie, dejando atrás la línea abandonada por los alemanes en una retirada estratégica, y llegar hasta el Coronel MacKenzie (Benedict Cumberbatch), evitando que su división de 1600 hombres, entre los que se encuentra el hermano de Blake, entre en una trampa mortal.
Comienza así el periplo de héroe.
Con diez nominaciones al Oscar de la Academia, incluyendo Mejor Película, la originalidad de “1917” reside en la experiencia tecnológica. Rodada en largos planos secuencia, ensamblados con disimulados cortes digitales y sólo uno evidente (fundido en negro), la cámara (y nuestros ojos) se convierte en testigo presencial de los acontecimientos a los largo de los 119 minutos de metraje, dando la sensación de tiempo real, cuando la acción transcurre en dos días. Al estilo de “Sed de mal” (Touch of Evil) de Orson Welles o “El Hijo de Saúl” (Son of Saul) de László Nemes, el director de fotografía ( Roger Deakins), en un auténtico desafío técnico, sigue permanentemente por detrás o por delante a los protagonistas, en las trincheras o a campo abierto, mientras van entrando o saliendo del gran plano los otros actores secundarios, animales o ruinas. Un diseño de arte monumental.
Este obsesivo seguimiento de cámara, al estilo de video game, puede resultar algo tedioso en la primera parte del film, pero luego, profundiza la tensión del drama bélico y emocionalmente involucra al espectador en las peripecias del héroe (Schofield), hasta el final de la película, coronado con el score de Thomas Newman. El héroe así se define por la responsabilidad de culminar con la orden recibida, arriesgando todo, y por su hombría de bien, en la secuencia más intimista, en la devastada ciudad de Ecoust, junto a una mujer y un niño.
Sam Mendes ha dedicado esta película a su abuelo, combatiente de la Primera Guerra Mundial, cuyos recuerdos dieron origen al film. El resultado es una película poco convencional para el género bélico, potente y muy emocionante.