Las intrigas en la corte real inglesa, a comienzos del siglo XVIII, dan lugar a la trama, que se centra en el trío de actrices que personifican a la reina Ana (Olivia Colman) Lady Sarah Churchill (Rachel Weisz) y Abigail Masham (Emma Stone).
La película está planteada desde el absurdo, con lentos quince minutos iniciales y una puesta en escena deslumbrante.
Sin embargo, la secuencia narrativa deja bastantes cuestiones sin resolver pues, partiendo del absurdo, el argumento avanza con referencias históricas que aclaramos para el espectador desprevenido. Es el punto débil del film.
El director pone el foco en los últimos años de la reina Ana, de su favorita Lady Sarah Churchill y de Abigail, una oportunista, convertida en favorita, cuando el matrimonio Churchill cae en desgracia. Conviene aclarar que la reina, además de padecer gota, como se resalta en el film, tenía lupus, siendo ésta la causa de la pérdida de más de una docena de hijos por muerte prematura, con la nefasta consecuencia de quedar sin herederos legítimos. Particular visión de un personaje que aparece en la película como una caprichosa desequilibrada. A pesar de esto, la interpretación de Olivia Colman es correcta en sus matices. La guerra con Francia a la que se hace alusión fue nada más y nada menos que contra Luis XIV, por la sucesión a la corona española, o sea que la paz no fue otro capricho real, manipulado por Abigail, sino una decisión insoslayable.
Dejando atrás los datos históricos, lo mejor del film son las interpretaciones de Rachel Weisz y Emma Stone, disputando los favores sexuales de la vulnerable Ana, aunque las escenas más comprometidas carecen de intensidad.
La dirección de arte, vestuario y los planos “full screen” con giros de cámara (angulares) dan esa sensación de cápsula de la que los personajes no pueden ni quieren salir. Es el mayor acierto de la película.
Olivia Colman ha recibido el Oscar a mejor rol protagónico femenino, en la 'ultima entrega de los premios de la Academia

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